25.6.05

Ambiente: nosotros, el país y él

Es evidente que ningún sistema es perfecto. Consecuentemente, el chileno tampoco lo es, a pesar de sus irrebatibles éxitos conseguidos. Asimilado esto, debemos detenernos y poner atención en aquellos aspectos, en que se nos está señalando, existen compromisos serios y que, nosotros todavía, no estamos dispuestos a integrar a nuestra visión global. Nuestro sistema posee fisuras importantes que deben ser tratadas por todos para lograr su reparación al más corto plazo posible.

En Chile se están escondiendo un sinnúmero de problemas detrás de la fortaleza que constituye el éxito conseguido en la arena económica durante las últimas décadas. El considerable desarrollo económico alcanzado, ligado a un notable y permanente crecimiento, lo que, sin lugar a dudas, ha sido un aporte fundamental en fuentes de trabajo para muchos de nuestros coterráneos, está sirviendo para explicar, atenuar, ocultar o justificar todas nuestras debilidades. Aún las de carácter de urgencia.

No cabe dudas que los términos anteriormente mencionados y destacados en cursivas, traen inmensos beneficios para el país y los seguirán trayendo. Sin embargo, en muchos aspectos se está pagando un costo enorme, costo que los ciudadanos no conocemos. Algunos dirán que para conseguir progreso siempre se debe pagar algún costo, concepto también ampliamente arraigado. Sin embargo, no todo es desarrollo económico. Los países para desarrollarse requieren de una evolución cultural, social, ambiental y política, que vaya de la mano con lo económico, para que éste pueda ser integral y pueda realmente consolidarse.

Nuestros recursos naturales están siendo explotados de una manera inconmensurable. Así es, no existen medidas. Tanto empresas del Estado, como empresas privadas nacionales y transnacionales, están aprovechándose de una legislación oxidada. El marco legal que nos rige es totalmente deficiente. Sólo en la década recién pasada se incorpora la materia ambiental en nuestra constitución, pero el derecho fundamental que la reconoce, se transforma en un derecho nominal o declarativo, en la medida de que la legislación vigente ha quedado totalmente obsoleta. A esto se suma el agravante que constituye el evidente hecho de que no existe, por parte de los políticos, el interés en mejorar y actualizar la legislación para la protección de nuestros recursos. Si bien, el tema ambiental pudiese aparecernos como “nuevo”, y con ello justificarnos su tan tenue presencia en la constitución, no podemos permitir mantenernos en tal nocivo escenario, que es autofágico, por lo demás.

Los medios de comunicación, por su parte, no han cumplido con su labor de informar a cabalidad sobre cada proyecto que debe lidiar con el ambiente. Sucede que normalmente se nos muestra sólo la versión interesada y, rara vez, notamos la de los afectados. En consecuencia, nos informamos mucho más de los beneficios de un proyecto que de sus costos, los cuales son apenas soslayados aún cuando puedan ser muy evidentes. Cuesta entender, por ejemplo, que la mayor cantidad de las veces, no conozcamos la opinión científica respecto de un proyecto y su impacto. Es más, se llega a pensar que no existen científicos capacitados en el país. Los desconocemos. Es indudable que el trato tan tangencial de los costos, lleva a una pérdida de objetividad. Se realzan los beneficios y se jibarizan los costos, creando en la población una percepción distinta a la real. En definitiva, los medios conducen a una versión oficial que escapa muchas de las veces a lo que realmente está ocurriendo. Y, como no hay quien fiscalice, termina por imponerse.

La situación se torna más crítica, si se recalca que hemos puesto atención, sólo en los proyectos con fuerte impacto ambiental, que llegamos a enterarnos. Una cantidad considerable de proyectos que no se desarrollan precisamente bajo nuestras narices, no entran siquiera en cartelera. El hecho de que estos proyectos no pasen por el cedazo del debate público despierta aún más sospechas. Seguramente deben impactar fuertemente en nuestros recursos naturales, de lo contrario conoceríamos hasta el más recóndito de sus detalles. Es muy preocupante entonces, que proyectos de envergadura que se desarrollan hoy, tengan efectos desconocidos para nuestro ambiente y población. La opinión pública no conoce esos proyectos y menos sus efectos. Ni se entera. Por lo tanto, estoy insinuando no sólo un manejo mediático con lo que conocemos, sino además, una despreocupación en la investigación por parte de los agentes informativos del país. A cambio, nos entregan información fácil y de escaso peso específico.

Los chilenos tenemos 1 sólo país. Si no logramos que el desarrollo económico labore en un marco que sea sustentable para nuestro ambiente, recapacitaremos quizás cuando sea demasiado tarde.

¿Qué pasó con la contaminación del Río Loa? ¿Continúa? ¿Cómo se produjo realmente?

¿Por qué no estamos enterados de que grupos indígenas del norte del país, perdieron el sustento del agua por efecto de las explotaciones mineras y su contaminación? ¿Sabemos en que condiciones se encuentran estos chilenos que se vieron tan fuertemente vulnerados?

¿Por qué no se han mostrado en los medios los actos en defensa del Río Carmen y Huasco que se han efectuado en Londres, Santiago, en Naciones Unidas y en la propia zona, donde se objeta el proyecto Pascua Lama?

¿Por qué el canal nacional está acusado de recibir un aporte de la empresa extranjera que va a desarrollar el proyecto Pascua Lama? ¿Está conectado eso con la interpretación inexplicablemente benevolente que da el canal al proyecto, al no exponer el inmenso costo para la población y para la actividad económica que también se verá afectada? Nada puede decirse de los otros medios televisivos privados existentes, ya que pertenecen a grupos empresariales ligados a una de las tendencias del país, pero al menos el canal de todos, debe estar con todos.

¿Estamos acaso en conocimiento de que ya se han removido glaciares completos hasta su derretimiento total en otras explotaciones mineras por parte de una empresa estatal?

¿Qué sucede con el agua de Antofagasta que tiene índices altísimos de contaminación por metales pesados? ¿De dónde proviene esa tan nociva contaminación? ¿Por qué si se conoce que en esa ciudad existe la tasa más alta de cáncer de todo el país, no se hace nada al respecto? ¿Se ha conseguido alguna mejora en los últimos tiempos?

¿Y Chagres, Ventanas y El Teniente? ¿Qué se está haciendo con las evidentes transformaciones que han producido en el ambiente por su horrible contaminación?

¿Qué sabemos del manejo de los relaves mineros? ¿Han realizado ustedes un vuelo a baja altura en el país donde se ve que la basura y contaminación se pone detrás de los cerros en lugares donde nuestros ojos no la puedan ver? Es un simple engaño óptico.

¿Cuánto tomará en ponerse en marcha nuevamente el Proyecto Celco? ¿Con qué argumento se nos embaucará para asegurarnos que ya no será contaminante para el río y su entorno? ¿Quién fiscalizará eso?

¿Por qué los gobiernos y las bancadas han sido tan proclives a aprobar proyectos que no traen ningún beneficio al país, sino sólo grandes costos ambientales? ¿Por qué se llegó a pensar, por ejemplo, en la viabilidad del proyecto Alumysa, que sólo traía destrucción para una región inexplorada de nuestro país? ¿Por qué la autorización a la explotación del milenario bosque de lengas de Tierra del Fuego por empresas extranjeras? Si no se beneficia el país, ¿quién se beneficia realmente?

¿Por qué se inician proyectos sin la aprobación de los organismos ambientales oficiales existentes? ¿No requerirán de mayores atribuciones y de mayor independencia estas instituciones?

¿Cuántos innumerables proyectos que están reñidos con el ambiente, se estarán quedando fuera de esta corta lista?

Que el país es muy joven y que recién estemos conociendo estas cosas, es una estupidez. No podemos comprarnos un argumento tan burdo y vago para explicarnos que no exista legislación acorde. Si no hacemos algo, el tiempo seguirá pasando y tampoco mañana contaremos con las leyes que requerimos. Por mientras nuestro país y su enceguecida nación pagarán los costos. Más aún, lo que verdaderamente está en juego es el futuro de nuestros hijos, debido a que por ahora sólo prima el hoy y el yo.

Digamos las cosas como son:
No hay ánimo de legislar
No hay ánimo de informar
No hay ánimo de que se conozcan los verdaderos costos de cada proyecto

¿Por qué nuestros representantes no defienden nuestros intereses ciudadanos? ¿Quiénes se están beneficiando realmente?

Un dato más. He observado que muchas, aunque no todas, de las personas e instituciones que están levantando la voz declaran ser organizaciones Sin Fines de Lucro. Obviamente también, a veces, contamos con la opinión de los que están directamente afectados. Estoy sugiriendo que, de alguna forma, se nos está informando a través de fuentes que no velan por sus propios intereses económicos. Para mi eso no es tan casual. Por el contrario, esa independencia (económica) me genera credibilidad. Sin embargo, al parecer al grueso de la ciudadanía, al no ser ésta, la vía por la cual estamos acostumbrados a ser informados, nos cuesta otorgarle la cuota de credibilidad que se requiere. Por tanto, la obviamos.

Por favor,
Escuchemos, de una vez, lo que no queremos escuchar
Atendamos lo que nos están mostrando hace tanto tiempo y no estamos queriendo ver.

La plata no se come
25 Jun. 05