28.3.07

No me da mucho por citar, pero que bien que me quedaron unas palabras de George Sand una vez. Me hicieron mucho sentido...

La inteligencia busca, pero quien encuentra es el corazón

26.3.07

Una infatigable garúa tejía un manto de agua sobre nuestras cabezas y hombros ante nuestro desconcierto. El halo anaranjado vertido por un farol nos la desnudaba a los ojos, que de momento sólo habían notado la espesa niebla de la noche. Habíamos dejado atrás un par de vasos vacíos y algunas risas en aquel bar de viernes sucesivos donde engranábamos el apego porteño. Estaba lejos el invierno aún, de ahí a que esta nebulosa frustrara nuestros corazones. Aparte, hacía una semana que nos habían cortado los días con esa medida que se entromete en la regulación horaria, la cual nunca he compartido del todo. Unido a la llovizna, alejaban los telones estivales para dar paso a los de los abrigos y encierros, en los que normalmente se escucha el resonar de las aguas contra los tejados de ondas. Por entonces, ella y yo no sabíamos que tanto más quería el uno del otro. Ahora que empiezo a despertar, pienso que su respiración debía estar resoplando las sábanas blancas que juntos estiráramos sobre la cama ancha de la habitación contigua. Imagino sus ojos celestiales naciendo una mañana de sol y mis dedos recorriendo lentos la cornisa de su muslo, el remanso de su cintura, y luego cruzando la sinuosidad de su caja hasta caer por la redondez de su hombro desnudo, y su piel. Y sigo aquí pensando si al levantarme le puedo dar un abrazo fusión o simplemente uno suelto y cómodo, de manos haciéndole el dorso, casi sin tocarla. Puede uno hacerse amigo de una chica, me pregunto, sin que los corazones dejen crecer alguna parte tierna en ellos. No es cualquier amistad siento, habría que recoger los frutos que reverberan de nuestros encuentros, pero y si para ella era sólo eso, amistad, anoche no dio muestras de otra cosa. Ahora que estoy encajado en la tibieza de mi cama temprana me pienso la pureza de su cara viniendo a mí y sus labios haciéndose pequeños para dejar de darse, por fin, con alguna de las hendiduras que dividen mi cara. Me llevaría los labios mojados y el recuerdo de su boca. Y ahora que no puedo dejarla fuera de mi vigilia en esta mañana gris que ya se insinuaba antes de que acabáramos de doblar las rodillas hacía unas pocas horas, me pregunto si puedo ir por algo más de su piel cuando me levante o será que se rompe el equilibrio prístino de la amistad. Sea como sea, sí que me quiero quedar con sus besos.





Salí con ella
17 Mar. 07

11.3.07

La mujer toma el documento mientras repasa su cara con una mirada fija. El tipo, de manos en los descansos del pantalón, le corresponde descuidadamente escaneándole también su rostro moreno, en una revisión serena.

Para más ...

5.3.07

por los brazos caídos
con los corazones llenos,
por nuestros cuerpos mojados


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