24.10.07

son las siete

en la penumbra abro mi puerta, el frío afuera me perturba un poco, hago escalones abajo hasta dar con la loza y enfoco al único auto gris del complejo, un zumbido me indica acceso, el ordenador al suelo, las llaves en una pequeña hondura antes del pedal, los anteojos, el horrendo aviso de cinturón, la curva hacia la izquierda, la esquina de discos pare múltiples, cinco cuadras, dos luces y se abre la explanada del parqueadero, los jardineros que terminan su labor, una hoja se bate y al unísono un equipo de aire fija su soplido en mi cabeza mientras atravieso el umbral, una sirena tizada embellece el lugar que huele a tostado, y la barra me pregunta if my doppio, yes, my starter please, un par de billetes, un cartón reciclado, la silla junto a la ventana, mis párpados estirados, el naso haciendo su mejor tarea, mi boca entreabierta y la cafeína que se tiende poco a poco mientras mi nuca se acerca deliciosamente al cristal que sujeta al resto de mi cuerpo, unos pocos segundos, inspiro lentamente el aroma africano que me envuelve y me saca de ahí, hasta que se pierde el embrujo y mi cuello se vuelve, las venas me pulsan, mis piernas me levantan y mi pecho le quita un montón de aire al lugar, apenas antes de que mi día comience

son las siete

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