14.9.07

viernes

Hoy no iré a mi barcito de los viernes, como acostumbro, para escuchar las sentencias sobre algún libro que se desprende o para hacerme de los detalles del reciente paquete de féminas que aterrizó en un bulto postal, extraviado, desde algún rincón lejano. Sin embargo abriré el sobre con la ensalada hecha jirones para llenarme de fierro, como aconsejaba mi madre, y sumaré tres tragos de zumo exprimido, como siempre. Como nunca me faltará el mar y esa luna que de cuando en cuando platea las entrañas de mi guarida, aunque sí me adentraré entre ese manojo de cuentos, que de alguna forma ha sabido hallarse al alcance, toda vez que estiro el brazo desde mi cuerpo plegado. Aunque hoy es viernes como nunca, no me alcanzará para verte, pero sí para extrañarte. Y si ahora abro la ventana y no consigo el cerro ancho será porque hoy no es el mismo de los viernes. El insecto que se daba en el cristal parecía el mismo, pero el aire que penetra la sala no me es ya familiar. Hoy no puede ser uno de ellos; no me viene el tango silbado hasta lo más álgido, como siempre, aunque me confunde la cafeína que invariablemente sella la esquina de mi boca. Me pierdo. Busco la agenda y me sigue diciendo, viernes. Algo ha cambiado. Algo me dice que mejor no vaya hoy a mi barcito de los viernes, como acostumbro

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