1.11.07

ni tampoco sabía decirlo, por lo demás

Y claro, ahora debo embutírmelos uno a uno, cómo iba yo a saber. Si tan sólo hubiese seguido el consejo de mi madre, ahora al menos tendría unos kisses para devorármelos gota a gota. ¡Pero tenía que haberlos cambiado por estos masticables que más parecen plasticina abarrotada de alquimia, que un producto para consumo humano! Si no sabes la respuesta y estás entre dos, deja siempre la que elegiste primero, no cambies de decisión al final, la recuerdo a ella con ese dedito así para arriba. Pero pensé que a estos niños, qué niños me digo ahora, les iban a rayar estos skittles y starburst, porque siempre los he visto rellenarse hasta la traquea con estas golosinas como si tratara de quien hace la bola mayor. Así que bueno, en ellos pensaba, y ahora me veo como dándole explicaciones a mi vieja -que nada entiende de esto- por el repentino vuelco que hice esa tarde cuando me preparaba a última hora para la fiesta. Fiesta que los locales venían avisándome hace semanas, con esa multiplicación infinita de calabazas de todas las formas y el despliegue horrendo de telarañas artificiales con que forran cada arbusto indefenso en los jardines anteriores, que acá a veces se escapan hasta el borde de las avenidas. El síndrome del gigante egoísta todavía me embarga, si tan sólo hubiese tenido que levantarme al menos una vez para separar la puerta del muro. Confieso que entre las dudas, hice el ejercicio de hundir el timbre, claro, si no sabía si lo tenía, hasta ahora no le sabía el sonar. Esa bolsa de chocolates que quedó desordenada en el otro estante del supermercado, era especial para tenerla abierta ahora, así la decepción tendría tregua, pero pienso, cualquiera se hubiese dejado llevar. El paquete de los masticables decía, 90 pieces, perfect for trick or treating, todo anaranjado así, me brillaron los ojos cuando imaginé a los niños en hilera con esos disfraces que han esperado semanas para poder estar colgados sobre sus pequeños dueños. Mamá siempre tiene razón, no debí haberla cambiado si no sabía. Encima si acá en el pueblo van todos al parque y claro, los fuegos artificiales tampoco los vi, ni tampoco esas calabazas rodantes de las que hablaba una señora esta mañana, mientras hacía cenizas con la otra mitad del cuerpo hacia el interior de su casa. Lo cierto es que anoche no abrí ni bolsa ni puerta durante la espera. Y ya cuando desperté helado con la cabeza abollada contra el escritorio, supe que la fiesta no era para mí, y si claro, nadie me había pedido en realidad colaboración alguna.


trico-trí trico-trí
31 Oct. 07

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